viernes, 15 de octubre de 2021

 

ADIOS, QUERIDO PRIMO


        Mi primo se ha suicidado. Llevaba más de veinticinco años sin vivir una vida normal, encerrado en casa, aquejado por esas oscuras enfermedades de la mente. Quiero pensar que sobre todo para sus hermanos, y en una ínfima parte para los parientes que nos acordábamos de él, pueda ser hasta una liberación. Eso no quita la pena y el desgarro que produce la llegada de una noticia así.

        Mi primo era un par de años menor que yo. Durante nuestra infancia y adolescencia pasamos muchos septiembres, navidades y semanas santas en el pueblo de nuestra familia materna. La abuela nos acogía a los mayores durante unos días llenos de libertad en su más amplio sentido. Y llenos del amor incondicional que nos daba. Para mí fue mi sustento. Para mi primo no fue suficiente.

        Mi primo siempre fue retraído y tímido. Nunca planteó un problema. Era el más pequeño de ese grupo de niños y niñas que durante los años setenta y principios de los ochenta todavía disfrutamos de una vida sin tecnologías y casi sin televisión. Esos días azules y ese sol de la infancia se nos fueron jugando, inventando fiestas en algún bajo de casas gastadas por el tiempo o haciendo excursiones por las ramblas secas de aquéllas tierras. Por supuesto sin móvil, sin cremas solares, a veces creo que sin agua. Mi primo y yo siempre éramos los últimos. El me esperaba y yo le esperaba.

        Mi primo poco a poco se fue haciendo más reservado. Después de empezar la universidad dejó de salir salvo alguna excepción y se iba convirtiendo en una especie de ermitaño en su propia casa. Apenas nos veíamos excepto algún día de verano que pudiésemos coincidir en la playa. Hace unos años murió su madre. Desde entonces se recluyó más aún. No tuvo fuerzas para ir a su entierro y se quedó a vivir con las cenizas de mi tía.

            Mi primo descansará eternamente en el cementerio del pueblo. Nuestros antepasados maternos reposan allí. Junto a la abuela. Junto a su madre. Junto a mi madre. La promesa a mi querida tía de llevarle margaritas blancas y amarillas se seguirá cumpliendo hasta que yo también me vaya. Esas flores se extienden desde hoy a mi primo, acompañadas siempre de las palabras del poeta: “… y se quedarán los pájaros cantando …”. Descansa en paz querido primo.