jueves, 16 de diciembre de 2021

 DE COMPRAS POR EL METAVERSO


         Los abogad@s no paramos de estudiar. Al menos algun@s. Como otras muchas profesiones la nuestra nos exige estar al día no sólo en novedades, que también, sino en comentarios diversos sobre los más variados temas jurídicos aunque pueda tratarse de algo que suene tan obsoleto como “crédito refaccionario” o “censo enfitéutico”. Nunca se sabe cuando nos puede hacer falta un artículo, una opinión doctrinal o una resolución judicial sobre el tema. Intento, no obstante, dejar de lado materias en la que no soy versada no porque no me interesen sino por delimitar mi tiempo y mi capacidad intelectual.

                Y en esto que cada día o al menos cada varios días, dedico un rato a leer lo que recibo sea por redes sociales, chats de compañeros, suscripciones gratuitas a revistas jurídicas o por otros medios. Previamente ya hago una selección sobre la marcha cuando me llega la información. Digamos que acumulo los deberes en carpetas más o menos virtuales. Pues bien, diariamente recibo un correo de una conocida revista jurídica a la que puedo acceder también desde la web del Colegio de Abogados al que pertenezco para así leer artículos que no son “free”.

         Los artículos y noticias sobre tecnología son cada vez más habituales. Sí, quien me conoce sabe que también los leo aunque sea “en diagonal” (léase por encima), sea por deformación profesional, pedantería, ansia de saber o cualquier otra extraña razón del subconsciente. Pero lo de hoy me ha dejado impactada: “De compras por el metaverso” Toma ya. Prefiero hacer muchas otras cosas antes que ir de compras, pero no me he podido resistir a la llamada. Abro el enlace.


 


           Pues bien ésta y no otra es la explicación: El metaverso es un mundo virtual al que nos podemos conectar desde cualquier dispositivo y en el que, a través de un avatar, podemos interactuar en su interior. Es como vivir en un universo totalmente nuevo. Existen muchos mundos virtuales, sobre todo en el sector de los vídeo juegos. En estos metaversos, nuestros avatares tienen que desenvolverse por un mundo en el que tienen que interactuar como en la vida real. Esto les crea una serie de necesidades de todo tipo que deben cubrir, incluida la comida o la ropa”.

      Eso para empezar. Una vez leído el artículo entero y como no daba crédito he buceado por internet a fin de intentar asegurarme de que lo que había entendido era verdad. Lo primero que me ha aparecido ha sido un vídeo de unos diez minutos en el que un joven sudamericano me pregunta “¿Qué es el metaverso y porqué debería importarte?” Si pudiera contestarle le diría que no me importa en absoluto ni creo que me importe nunca, menos aún para comprar. Sin embargo lo he escuchado con mucho interés. Hay que estar al día.

      Pues bien etimológicamente “metaverso” significa “más allá del universo” y según el informante es un término antiguo puesto que fue utilizado por primera vez nada más y nada menos que en 1992. Evidentemente es antiguo. Para no aburrir con demasiadas explicaciones tecnológicas me he quedado con una idea: la diferencia entre el internet de ahora y el internet del metaverso es que ahora utilizamos internet, en el metaverso estaremos dentro de internet. Ahí lo he pillado mejor. La clave por lo visto está en la inmersión. Y en el uso de gafas. En otro caso olvídate del metaverso. Tras este rato tan ameno he ido a Wikipedia, información más de andar por casa por eso de hacerme una idea general y fijar conceptos. Difícil tarea. Puestos a los versos prefiero por ejemplo la "actio in rem verso". Aun así se intenta.

  Pero vuelvo al artículo que me ha llevado a escribir estas líneas. Como su título indica vamos de compras por el metaverso. Y viene a decir que el metaverso es por lo visto un lugar idóneo para que las firmas de moda extiendan su negocio. Y así marcas como Zara y otras de lujo como Balenciaga o Gucci han desarrollado espacios en los que el usuario ha podido comprar bolsos, gafas y otros accesorios entre dos y nueve dólares. Menudo chollo. Sobre todo teniendo en cuenta que por los visto los usan los avatares. Estos de abajo forman parte de una colección de ropa de Zara para el entorno virtual ¿bonito no? Y sobre todo útil.

 

 


Las posibilidades según dicen, son enormes, desde vender sus propios productos hasta abrir una tienda u ofrecer un servicio de atención al cliente. Y es que, como dice el artículo “lo cortés no quita lo valiente y el hecho de que nos movamos en el mundo digital no tiene por qué traducirse en que nos vamos a exponer ante miles de personas con cualquier cosa puesta.” Faltaría más.

 

           No voy a ser yo quien niegue que el mundo evoluciona sin parar y quién sabe a dónde llegaremos y lo que verán nuestros descendientes. "Los tiempos cambias que es una barbaridad" se canta en una conocida zarzuela de bastante más antigüedad y solera que el metaverso. Desde el año en que nací ese mundo ha cambiado encontrándonos hoy con innovaciones tecnológicas que en mi infancia eran de ciencia ficción. Sin embargo todo este mundo virtual en el que por lo visto se gana mucho dinero choca, al menos todavía, con el mundo real. Basta un día de guardia en el Juzgado para darte cuenta de que el mundo real sigue existiendo y se superpone a cualquier tipo de realidad virtual. Otra cosa es que a los que gobiernan ese mundo real les importe poco los que lo habitan. En cualquier excursión por los pueblos de Málaga, no hay que ir más lejos, la realidad de sus vecinos, la realidad de hoy, no tiene nada que ver con los metaversos sino con la recogida de la cosecha y calentarse en invierno, por poner. En los descampados de las grandes ciudades donde se juntan parias de la vida, las compras por los metaversos suenan ridículas. En la soledad de una residencia de ancianos que viven de la caridad sobran los metaversos. En la mirada de las niñas obligadas a casarse a los doce años no hay sitio para los metaversos.

           No es cuestión de crítica ni de obviar la evolución, sino de enfocar la fuerza de la humanidad hacia necesidades verdaderamente reales. Por mucho que lo intenten no me van a cambiar la idea de que ir  de compras por el metaverso es una actividad, sino inmoral, al menos amoral. Pero claro ¿eso a quién le importa?

       Os dejo con unas zapatillas de Nike para el metaverso. Aunque no sé si se pueden usar en la realidad real.



domingo, 7 de noviembre de 2021

 

            
EL DEVENIR DE LA MUERTE

        Supongo que es ley de vida que conforme pasan los años, las noticias de fallecimientos de parientes y allegados sean más frecuentes. Una sigue sus días entre el trabajo, las aficiones, los problemas y sus resoluciones o no, y llegan esas nuevas para hacerte más vieja. Y entonces, durante unos días, la sangre empieza a correr diferente por tus venas, se respira de forma más pausada, la mente no está en su sitio de siempre, envuelta en esa cotidianeidad del devenir diario y, en cierta forma, algo se ha muerto dentro de ti. También supongo que es algo innato del ser humano, antropológico, ancestral, que forma parte de la cultura de la muerte.

         Evidentemente que en la sociedad actual la muerte de alguien cercano o de un familiar no lleva consigo toda esa parafernalia del luto integral, llena de rituales y simbología religiosa y social. El luto, si acaso, se lleva por dentro. Sigue existiendo una liturgia de la muerte, más sencilla, más rápida, más ligera para el espíritu si se quiere. Se termina pronto y a otra cosa mariposa. Sin embargo, el impacto de este suceso produce un revoloteo singular e interno en nuestro engranaje particular. Vienen del pasado muchos recuerdos vividos con la persona que se ha ido. A veces son simples imágenes de momentos determinados: una conversación al azar, la recomendación de un libro, el comentario de una noticia, alguna sonrisa perdida llena de miradas familiares. En otras ocasiones esos recuerdos se amplían y llegan a comprender episodios más largos: el viaje que se hizo con motivo de su boda, la ayuda que prestó a otro miembro de la familia en cierta ocasión o la alegre celebración por haberle tocado la lotería.

         ¿Por qué nuestra mente –o será nuestro corazón- se deriva en estos caminos tan singulares? Existen varios recursos para intentar tener menos miedo a la muerte: decirse que la muerte forma parte de la vida, por ejemplo. Para los creyentes sirve pensar en esa otra vida prometida. Cada cual se apoya en lo que quiere. O en lo que puede. Lo cierto es que este mundo occidental en el que nos encontramos inmersos, tan regalado, tan rápido, tan abrumador de banalidades, tan avanzado tecnológicamente no es lo bastante importante, enérgico, firme, como para eliminar esos sentimientos profundamente internos, llenos de esa magia atávica renacida por noticias tales como el fallecimiento de un ser querido.

                 

viernes, 15 de octubre de 2021

 

ADIOS, QUERIDO PRIMO


        Mi primo se ha suicidado. Llevaba más de veinticinco años sin vivir una vida normal, encerrado en casa, aquejado por esas oscuras enfermedades de la mente. Quiero pensar que sobre todo para sus hermanos, y en una ínfima parte para los parientes que nos acordábamos de él, pueda ser hasta una liberación. Eso no quita la pena y el desgarro que produce la llegada de una noticia así.

        Mi primo era un par de años menor que yo. Durante nuestra infancia y adolescencia pasamos muchos septiembres, navidades y semanas santas en el pueblo de nuestra familia materna. La abuela nos acogía a los mayores durante unos días llenos de libertad en su más amplio sentido. Y llenos del amor incondicional que nos daba. Para mí fue mi sustento. Para mi primo no fue suficiente.

        Mi primo siempre fue retraído y tímido. Nunca planteó un problema. Era el más pequeño de ese grupo de niños y niñas que durante los años setenta y principios de los ochenta todavía disfrutamos de una vida sin tecnologías y casi sin televisión. Esos días azules y ese sol de la infancia se nos fueron jugando, inventando fiestas en algún bajo de casas gastadas por el tiempo o haciendo excursiones por las ramblas secas de aquéllas tierras. Por supuesto sin móvil, sin cremas solares, a veces creo que sin agua. Mi primo y yo siempre éramos los últimos. El me esperaba y yo le esperaba.

        Mi primo poco a poco se fue haciendo más reservado. Después de empezar la universidad dejó de salir salvo alguna excepción y se iba convirtiendo en una especie de ermitaño en su propia casa. Apenas nos veíamos excepto algún día de verano que pudiésemos coincidir en la playa. Hace unos años murió su madre. Desde entonces se recluyó más aún. No tuvo fuerzas para ir a su entierro y se quedó a vivir con las cenizas de mi tía.

            Mi primo descansará eternamente en el cementerio del pueblo. Nuestros antepasados maternos reposan allí. Junto a la abuela. Junto a su madre. Junto a mi madre. La promesa a mi querida tía de llevarle margaritas blancas y amarillas se seguirá cumpliendo hasta que yo también me vaya. Esas flores se extienden desde hoy a mi primo, acompañadas siempre de las palabras del poeta: “… y se quedarán los pájaros cantando …”. Descansa en paz querido primo.

domingo, 22 de agosto de 2021

 

EL COMODATO


               Por razones basadas en la confabulación entre el “fatum” y el libre albedrío, el Código Civil forma parte de mi vida. No sólo durante la carrera de Derecho sino en años posteriores de intenso estudio aun cuando éste no diera el fruto definitivo esperado, dejando impregnada, sin embargo, una semilla de conocimientos y conceptos muy variados. Conocimientos y conceptos algunos de los cuales suenan extravagantes y trasnochados en la hoy llamada “sociedad de la información” extendida y entendida como la tecnología al poder. Conocimientos y conceptos que, no obstante, forman parte de mi familia particular y a los que aun como entes inmateriales, les tengo un profundo cariño.

         Ahí están la anticresis, la prenda, el censo enfiteútico, el precario, el crédito refaccionario y tantos otros, algunos desfasados o poco utilizados, otros reconvertidos para su utilización adaptada al capitalismo a ultranza en el que nos encontramos. Y entre todos ellos, el comodato. Lo regula el Código Civil Español de 1889 en los artículos 1741 a 1752 y en realidad es un contrato usado habitualmente y desde tiempos inmemoriales pues no es otra cosa que un préstamo de uso, por el que una de las partes, llamada comodante, entrega a la otra, llamada comodatario, una cosa no fungible, para que use de ella por cierto tiempo de forma gratuita y se la devuelva. Es evidente que se formalice o no por escrito y con las condiciones que las partes estipulen, lo cierto es que en la vida diaria usamos de él continuamente.

        A pesar mi dedicación al mundo jurídico, no ha sido sino hasta hace unos días y probablemente motivado por la pasión por las letras, cuando he sido realmente consciente de cómo el comodato forma parte de nuestra existencia sin que apenas reparemos en ello. He formalizado verbalmente con mi prima Mari Carmen, constituida en comodante, un contrato de comodato en el que soy la comodataria y la cosa no fungible objeto del préstamo de uso es una pila de ejemplares algo usados y envejecidos de la Colección Austral, provenientes de su herencia familiar. Sin duda si el comodato hubiese sido de un bolso Louis Vuitton (alias “Luisvi”), por poner, no hubiese despertado en mi interior ningún recuerdo de mi querido Código Civil. Pero es lo que tiene cuando la literatura y el amor a los libros se lleva en vena.

       De esta forma he incrementado considerablemente mi biblioteca durante algún tiempo en el que lucirán orgullosas obras tales como “Los sueños” de Francisco de Quevedo, “La malquerida” de Benavente, “Sobre casi todo” de Julio Gamba, “El tragaluz” de Buero Vallejo, “La mujer de ámbar” de Gómez de la Serna, los “Entremeses” de Cervantes, “Arroz y tartana” de Blasco Ibáñez o “Fuenteovejuna” de Lope de Vega, y muchos otros.

         Dado el principio de autonomía de la voluntad que rige el derecho contractual español el contrato se rige por los acuerdos de ambas partes. Supletoriamente se aplicará el Código Civil. De acuerdo con su propia esencia tiene carácter gratuito y no le hemos fijado término de finalización. Confío en que la vida me permita disfrutar con su lectura tanto como he disfrutado formalizando este comodato.

 

domingo, 27 de junio de 2021

 

CONSTITUCION EN VENA

Recordado desde la distancia de varias décadas e imbuida de la distópica tecnología que nos rodea, aderezado por el surrealismo real de los últimos meses y las extravagancias políticas de los últimos años, cuando intento escribir sobre el tema de referencia lo primero que aparece, domina y dirige mis ideas es una imagen adaptada a los tiempos de hoy. O, por qué no, a ciertas novelas escritas y leídas en épocas en que su trama parecía imposible de reproducirse en la realidad.

       Y es que desde luego el cerebro humano está por descubrir. A ver por qué, si quiero relatar cómo La Constitución Española de 1978 fue el faro que guió a muchas promociones de estudiantes de las Facultades de Derecho, lo que aparece en ese programador mental y natural (afortunadamente y todavía), que tenemos los humanos es una imagen en la que filas muy largas de jóvenes, algunos incluso con caras conocidas, van dando la vuelta por los patios y columnatas pétreas de la vieja Facultad de Derecho de Granada. La interminable fila termina llegando a un aula (que, curiosamente, coincide con aquélla a la que acudía durante la mayor parte de la carrera), hasta llegar a una tarima en la que la posición del profesor en su función de instruir a los alumnos es ocupada por varias personas vestidas de blanco, con mascarillas y una inyección preparada y lista para dar en el blanco, mientras los ojos de los que van acercándose son la viva muestra de la inquietud y desasosiego ante lo desconocido.

        Lo cierto es que hubo una amplia generación de españoles que estudiamos la carrera de Derecho durante los años ochenta y noventa del siglo XX. En un espectro universitario mucho más limitado que el actual en cuanto a elección de estudios y caminos profesionales a seguir, llenábamos las aulas de tal forma que casi no cabíamos en ellas, al menos hasta que la inercia del curso hacía mella en la voluntad de acudir a clase. Habíamos nacido y crecido en los estertores de la dictadura y empezado a tener conciencia del mundo en esa etapa algo denostada en estos tiempos llamada “transición” y en los primeros años de la democracia. Leyes como la del Divorcio ya estaban vigentes y, al menos personalmente, ni se me ocurría ponerla en duda. España y el mundo cambiaban a velocidad vertiginosa y las cuestiones morales, sociales y algo filosóficas imperaban a sus anchas en prácticamente todas las asignaturas. Quizás no era demasiado consciente entonces pero con los años me he preguntado muchas veces si en realidad estudié Derecho, aunque ciertamente textos legales como el Código Civil o el Penal me recuerdan que sí lo hice.

         
       Pero si escribo todo esto no es por la nostalgia que me embarga recordando o por la añoranza de saberme, entonces, con toda la vida por delante. Ni siquiera por posibles errores en los que puede haber incurrido o la falta de valentía para tomar ciertas decisiones. El tiempo se ha encargado de que lo asuma e incluso, en ocasiones, lo supere. La razón de estas palabras está provocada por el asombro continuo que me producen los constantes y reiterados ataques directos pero sobre todo indirectos, solapados, taimados, a la norma fundamental de nuestro país que no es otra que la Constitución Española de 1978. Esa amplia generación que menciono, en la que me incluyo, recibimos en vena las normas constitucionales, sus principios inspiradores, sus consecuencias, sus efectos. No había asignatura en la que no se la mencionara: desde los estudios de Derecho Natural en los que se la enlazaba con fundamentos filosóficos inherentes al ser humano hasta en el más puro Derecho Civil al tratar uno de sus pilares como es el derecho de propiedad.

         En ocasiones llego a plantearme si la cuestión es que me he quedado desfasada y no he sabido o podido evolucionar con los tiempos que me han tocado vivir. La esperanza de vida, las diferentes condiciones sociales, económicas y la evolución misma del ser humano en esta sociedad del “desarrollo” en la que nos encontramos me impiden considerarme obsoleta y anticuada por mucho que ciertas ideas o interpretaciones vengan arrollando bajo el carácter de avanzadas y progresistas, pues lo cierto es que en la naturaleza humana hay principios inmarcesibles e inmutables, muchos de los cuales fueron trabajados, acordados y establecidos en nuestra norma suprema, no obstante el intento reiterado y constante de abolirlos, finalidad que confío nunca se produzca.  

      A pesar de lo cansino que me parecía en ocasiones esa reiteración continúa de la Constitución, con los años me he dado cuenta de la trascendencia de la misma y por supuesto de la trascendencia de su inculcación. Los últimos tiempos políticos y sociales en España me lo han confirmado pues éstos se han hecho soportables en buena medida, gracias a Ella. Utilizando un símil muy actual: me vacunaron con la Constitución y por tanto soy inmune a los virus que la atacan por todos los frentes. Quiero pensar que en lugar de un futuro distópico y en ocasiones decadente, sea ésta la razón de por qué mi mente me dirigía al iniciar este artículo a un aula de llena de estudiantes de Derecho algo maduros reconvertida en sala de vacunación múltiple.

               

               

jueves, 20 de mayo de 2021

 

PADEL: TAMBIEN UN FENOMENO SOCIOLOGICO

Esta tarde me regalé un partido de pádel. El confinamiento y las restricciones de los últimos meses no han hecho sino aumentar mi predisposición, bastante innata ya de por sí, a trabajar y estudiar. Pero hoy prescindí de expedientes antiguos que repasar, escritos impulsando procedimientos con la esperanza de que los Juzgados los agilicen, meterme a fondo con dos o tres asuntos pendientes, preparar los próximos exámenes de Criminología o leer la multitud de artículos jurídicos en cola que aumentan en progresión infinita gracias a la invasión tecnológica obligada en la que estamos inmersos. También prescindí de la llamada, persistente y permanente en mi vida, de la literatura y coger una buena novela para perderme en sus letras.

        Ha resultado un partido muy entretenido. 
De una parte dos cincuentones. De otra dos veinteañeros aunque quizás uno haya comenzado la treintena, lo digo por su robustez. Y sí, hemos ganado los mayores, para gran satisfacción mía pues en los últimos tiempos no gano un partido, aunque afortunadamente es lo que menos me importa cuando juego al pádel. No hago mío eso de “lo importante es participar”. Lo que 
verdaderamente me deja satisfecha es jugar bien, aunque la pareja de enfrente lo haga mejor. Alguna tiene que ganar.

Pero si escribo estas letras no es por deleitarme en los buenos puntos por parte de ambas parejas, ni en la maravillosa luz de la tarde malagueña, ni en el buen ambiente que se vive en este deporte, ni en lo a gusto que me he quedado después del partido. Lo que me ha llevado a escribir en estos momentos es dejar en negro sobre blanco cómo se puede poner de relieve en un simple y amigable partido de pádel la distinta condición humana según la sangre que corre por nuestras venas, nuestros ancestros, cultura y costumbres. 

 Sin duda el ser humano es único como tal y como especie tenemos unas características comunes. No soy experta ni tengo conocimientos suficientes para disertar sobre materias propias de la antropología, la sociología o la psicología, pero sí me ha gustado siempre constatar y poner de relieve hechos y situaciones varias, en este caso y afortunadamente, sólo como simple anécdota curiosa en un rato de divertimento. Durante todo el partido no sólo había dos parejas jugando al pádel. Había dos formas de jugar y no me refiero a la técnica. En la mitad del campo frente a mí siempre ha habido silencio, pase de bolas discreto y a un buen punto una mano levantada con el gesto propio de aprobación. Eso como mucho. En la mitad de mi campo a un buen punto seguían exclamaciones tales como “bien”, “qué pasada”, “menudo punto”, “bravo” y otras similares, entrechocar de palas o un pedazo de sonrisa.

Cuando ha terminado el partido y después de darnos las gracias por tan buen rato, me he permitido preguntarle a estos chicos de dónde eran. Hoy en día nos encontramos en un mundo globalizado y en la Costa del Sol convivimos con personas de muchos y diferentes países. Pues bien, uno era de Nueva Zelanda. El otro de aquí aunque su padre (y su propio físico por descontado) inglés. Sólo decir que mi pareja del partido es argentino y yo española. No sé si lo he hecho por simple curiosidad o por obtener alguna justificación a tanta algarabía montada en un lado del campo frente al silencio que emanaba del otro.

viernes, 23 de abril de 2021

 

ARTHUR CONAN DOYLE, INVESTIGADOR PRIVADO

     

Margalit Fox (Nueva York  1961). 

Escritora estadounidense licenciada en Lingüística por la Stony Brook University. Comenzó su carrera en el mundo editorial trabajando en la publicación de libros y revistas. Posteriormente se pasó al periodismo uniéndose al equipo de The New York Times como correctora de textos para su Book Review y sigue en la actualidad escribiendo habitualmente para este periódico. Ha sido galardonada con varios premios por su trabajo periodístico y es autora, entre otros títulos de “El enigma del laberinto: la búsqueda para descifrar un código antiguo” (2013) ganador del William Saroyan International Prize for Writing.

 

      El  21 de diciembre de 1908 Marion Gilchrist, de 82 años de edad, es asesinada en su acomodado piso sito en una de las principales avenidas de Glasgow. Marion Gilchrist es soltera, algo maniática y asustadiza. En los primeros compases de la investigación todos los indicios llevan  a señalar como autor del brutal crimen a Oscar Slater, alemán de origen judío, ocasional ciudadano de Glasgow, con profesiones algo difusas y de vida un tanto disipada.

     En esos días Oscar está a punto de embarcarse desde Liverpool rumbo a Estados Unidos empujado por el deseo de comenzar desde cero, pero sus ideales pronto se ven abocados al fracaso antes de empezar. Nada más llegar a Nueva York es interceptado por la Policía y enviado a un centro de detención sito en el bajo Manhattan en espera de la extradición.

     Después de toda la burocracia propia de un procedimiento de este tipo es el mismo Slater el que voluntariamente se ofrece para volver a Glasgow en su idea de que dejará clara su inocencia en el juicio. En mayo de 1909 y durante varios días se celebran las diferentes sesiones en las que aquéllos indicios obtenidos al principio son asegurados y convertidos en pruebas casi irrefutables. Oscar Slater es condenado a muerte y sólo un escrito de uno de sus abogados, avalado por petición pública, consigue conmutar la sentencia por la de cadena perpetua con trabajos forzosos. De esta forma llega a la prisión de Peterhead en Escocia, de la que sin embargo saldría librado en 1927 siendo su condena revocada al año siguiente.

    Esta es, brevemente, la historia que fundamenta la obra de Margalit Fox. Sin embargo, no se trata de una novela al uso, sino de un tratado sobre investigación criminal y Arthur Conan Doyle. Con esta combinación perfecta y el sustrato de los hechos reales que le sirven de base, la autora desarrolla aspectos muy interesantes para los aficionados a la novela negra y policíaca.

      Trata por un lado de la ciencia de la Criminología en la época victoriana con la influencia de Lombroso y su escuela que se acomodaba perfectamente a la sociedad británica de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, lo que motivó a su vez el nacimiento de una nueva figura del detective de ficción con un doble papel: tranquilizador y científico. Da la casualidad que Arthur Conan Doyle, además de muchas otras cosas, era médico e investigador. La medicina y la investigación criminal pretenden reconstruir el pasado a través de un examen minucioso de las pistas, llegando en la narración de los hechos a lo que Huxley llamó “profecía retrospectiva”, que subyace en ambos ámbitos de estudio. Aparecen frecuentemente las referencias a la principal creación de Doyle: Sherlock Holmes, como prototipo de “detective científico”, nacido, sin duda de la influencia de las enseñanzas y prácticas del profesor universitario de Doyle: Joseph Bell, hasta el punto de que en muchas ocasiones se llegó a identificar a ambos.

      Pero a pesar del arraigo que en los detectives de ficción había conseguido el método holmesiano de investigación racional, en el que los hechos observados dictaban la solución en lugar de prejuicios racionalizados, la policía y los demás implicados en las investigaciones de hechos delictivos no seguían precisamente sus principios. Ello se debía en parte a las especiales características de la sociedad británica de finales de la época victoriana: el crecimiento de la comisión de delitos con la consiguiente inseguridad ciudadana y un temor generalizado, los cambios sociales motivados por el desarrollo industrial y el movimiento poblacional que supuso y que conllevó tintes xenófobos especialmente hacia los judíos, influyó decisivamente en que el caso Slater se resolviera señalando un culpable y adaptando luego los hechos y las pistas a su culpabilidad.

      Arthur Conan Doyle siempre estuvo interesado en el caso Slater, hasta el punto de que en 1912 publicó “The Case of Oscar Slater”, en un intento de despertar el interés general para intentar reabrir el caso, todo ello a la vista de las innumerables deficiencias y fallos que encontró en la investigación. No tuvo mucho éxito en esta empresa a la que sin embargo, se dedicó de nuevo en 1914 aunque esta vez sin promoverlo directamente, sino llevado a ella por nuevas investigaciones abiertas al ver la luz ciertas pruebas que habían estado ocultas. También dicho intentó fracasó. Pero en 1925 es liberado un compañero de prisión de Slater que, en su dentadura postiza, consiguió insertar una nota solicitando la ayuda del escritor. Ello, unido a diversas circunstancias como el interés por el caso que siguen mostrando algunos periodistas, el transcurso de tantos años desde la comisión del crimen y la desaparición por ley de vida de muchos participantes en la investigación, los cambios sociales habidos desde la Primera Guerra Mundial que llevaron a desplazar la atención de las preocupaciones hacia otros focos, entre otras muchas, contribuyeron a la puesta en libertad primero y a su exoneración después. Ello no obstante el público final de la relación entre los principales protagonistas de esta historia resultó amargo y frustrante.

         El libro también recoge algunas semblanzas biográficas tanto de Arthur Conan Doyle como de Oscar Slater, y datos interesantes sobre otros personajes de la época. Destacan la  activa vida profesional y personal que llevó el escritor y el relato de los orígenes de Slater, su vida en prisión y la correspondencia que mantuvo con su familia en Alemania a través de unas cartas que emanan un efluvio de ingenuidad por parte de sus allegados.

        Se trata sin duda de una obra bien documentada y fundamentada en un trabajo minucioso de investigación, con numerosas referencias bibliográficas que nos ofrece una perspectiva acertada sobre la investigación criminal, los prejuicios sociales y la condición humana y, sobre todo, nos hace conocer un poco más al gran Arthur Conan Doyle.

“Cuando se ha eliminado lo imposible, lo que queda, por improbable que sea, debe ser la verdad”. Sherlock Holmes. 


Y aquí la publicación en #SemanaNegraEnLaGlorieta

https://semananegraenlaglorieta.blogspot.com/2021/04/margalit-fox.html






jueves, 15 de abril de 2021

 

UN RATO EN EL JUZGADO

Estuve en el Juzgado esta mañana para una conformidad en alcoholemia. Pensaba que en cuarenta y cinco minutos estaría listo pero no. Fueron tres horas. Me encontré con varios colegas, algunos conocidos. Con varios intercambié rápidos comentarios: unos propios de estos tiempos surrealistas, cómo vamos tirando en el trabajo, las vacunas, el gobierno … ; otros recurrentes en el foro en el que nos encontrábamos: ya sabes, aquí vienes a una hora pero no sabes cuándo sales, qué desastre y demás. He de reconocer que hoy los funcionarios se portaban. El Juzgado al que iba estaba de guardia y había movida.

        Hacía tiempo que no veía a Javier. Me cuenta que mañana se pone la vacuna. Lo llamaron ayer, por grupo de edad. ¿Astrazeneca? Pues sí, que se la pone. De primeras pensé la suerte de no estar en ese grupo, y no sólo por el hecho de ser algo más joven sino, sobre todo, porque tendría que tomar una decisión para la que no estoy preparada. Ni creo que lo vaya a estar. También me cuenta que tiene que irse para Torremolinos porque hay un asunto que se puede complicar. Se trata de un cliente árabe que tiene varias esposas. Por no recuerdo qué había de coger una documentación de su vivienda. Imagino que una de las que tenga ¿o tiene a todas las esposas juntas? En esto que le envía un mensaje a una de sus mujeres para que vaya por esa documentación. Como ella no puede entrar le contesta que la puerta de atrás está abierta, que la empuje y pase dentro.

                La buena mujer hizo esto y se encontró en el salón a otra de las esposas con los hijos, se supone que de su mismo marido. También me cuenta mi colega que se llevan muy bien. A pesar de ello la ocupante ha denunciado a la intrusa por allanamiento de morada. Este delito puede conllevar pena de cárcel, así que mi colega está preocupado.

                Naturalmente y de forma inmediata hemos llegado a dos conclusiones, con las que nos hemos sonreído: una, eterna cuestión tan de actualidad: ¿qué pasa con los “okupas”?; y otra, menos jurídica y más prosaica, y es que cómo hay personas que pueden llegar a pensar en tener varias parejas a la vez si con una a veces no se puede.   

               

domingo, 3 de enero de 2021

UN EJERCICIO FASCINANTE DENTRO DE OTRO EJERCICIO FASCINANTE

 
        Dejo aquí el link en el que se accede a una colaboración efectuada en un blog especialmente querido por mí: http://www.unaisladepapel.com/ de Caty León. Gaditana y sevillana, amante del flamenco, profesora y experta en arte, escritora e impulsora del buen gusto y de la cultura donde quiera que se encuentre, además de mucho más.
        
        Intento usar las redes sociales en la medida necesaria y evitando que lleguen a dominar mi vida. Sin embargo, cuando me ocurren experiencias como ésta, no puedo sino reiterarme en que los avances tecnológicos pueden servir, entre otras cosas, para un mejor desarrollo del ser humano, ayudar a elevar el espíritu y unir a personas lejanas en distancia física pero cercanas en aficiones, sensibilidad, amores y perspectivas. 
    
        Gracias Caty por la confianza que has depositado en mí y por la oportunidad de que mis escritos hayan visto la luz a través de tu maravilloso blog.