QUE MALO ES EL PARACETAMOL Y
OTRAS HISTORIAS
Tengo un amigo periodista que, además de dedicarse a otras variadas creaciones artísticas, escribe una columna semanal en el Diario de Santiago. Suele enviarlas a través de una lista de difusión vía whatsapp y otras redes sociales. Hace unas semanas trató en su artículo un asunto que, si no fuera lamentable, podría calificarse de divertido, aunque no deje de tener su lado cómico, o para ser precisos, esperpéntico, aplicado en este caso no sólo a la persona protagonista, sino también al mensaje que expide por su boca.
Leyendo el artículo recordé que en su día la noticia me fue tan impactante o, por expresarlo claramente, hirió de tal manera mi más profunda formación humanística, que dándole marcha atrás al telediario, la grabé en el móvil para poder algún día escribir sobre ella. Y al hilo de la lectura del irónico artículo de este escritor retomo la galería del móvil y rescato la grabación. En ella, la presentadora de turno expone literalmente: “El presidente (perdón por la minúscula) asegura, pero sin aportar pruebas, que el paracetamol provoca autismo en bebés de mujeres embarazadas que lo toman”. La periodista da la noticia sin alterarse lo más mínimo, entiendo que no sólo por su profesión, que implica mantener el tipo ante una hipotética audiencia variada, sino más bien por haberse acostumbrado en los últimos meses, y porqué no años, a declaraciones absurdas, incoherentes y necias. Y no sólo por el político americano en cuestión. No se escapan los españoles, que duelen y avergüenzan más por eso del espíritu patrio. Yo hubiera sido incapaz de aguantarme la risa.
La declaración del presidente (perdón por la minúscula) es de una simpleza que ralla en la imbecilidad: “Tomar paracetamol no es bueno, lo diré, no es bueno, creo que no deberíais tomarlo durante el embarazo”. Y se queda tan pancho, a ver si nos vamos a creer que esta directriz está basada en pruebas científicas, calculadas, programadas, contrastadas y sometidas a los más variados ensayos de fiabilidad. En este punto se podría entrar a discutir la cuestión del nivel cultural medio del norteamericano y la influencia que el poder de la creación mediática ejerce sobre los ciudadanos de ese país que, desde fuera, no dejan de verse dotados de una aparente facilidad para ser guiados cual borregos de rebaño, según soplen los vientos demócratas o republicanos. Precisamente hace unas semanas asistí a una conferencia, también de un periodista, sobre el fenómeno comunicativo de Donald Trump y una de las cuestiones que se planteaban es si en Europa pudiera llegar a darse de manera tan influyente el populismo que Trump derrama.
En cualquier caso, esta declaración, además de ser un insulto a la inteligencia de los destinatarios del mensaje, desde las civilizaciones más evolucionadas hasta las tribus del Amazonas, atenta contra siglos de evolución del ser humano. Newton, Marie Curie, Pasteur, Einstein y tantos otros deben estar revolviéndose en sus tumbas. Científicos actuales han levantado la voz en tanto que el último estudio realizado con dos millones y medio de niños no ha podido probar la relación entre autismo y paracetamol. Pero a este presidente (perdón por la minúscula) le es indiferente. El se cree investido de una verdad y la suelta. A ver qué pasa. O qué no pasa. La vorágine informativa en la que nos hallamos inmersos no permite que una noticia sobreviva el tiempo suficiente para un análisis, si no detallado, sí al menos dotado de cierto rigor. Me gustaría pensar, aunque creo que no estaría en lo cierto, que el olvido al que se arrojan noticias como esta se debe a que son completamente desmerecedoras de más atención.
Y volviendo a la primicia, el nivel de atrevimiento es tal que incluso uno llegar a plantearse si en realidad el sentenciador de verdades científicas es tan ignorante y burdo o por el contrario, una encubierta inteligencia le lleva a aparentar lo que no es, siempre con una finalidad detrás, por supuesto. En esta ocasión su osadía le encamina a fundamentar tan rotunda afirmación en el rumor, sí, rumor (y se sigue quedando tan pancho) de que en Cuba no tienen paracetamol porque no pueden costearlo y difícilmente tienen autismo. Toma ya. Sin duda los cubanos poseen una alegría innata que derrochan en general ante una vida llena de privaciones materiales y falta total de libertad, lo que es de admirar. Y por lo visto tampoco tienen autismo. No sé si en los poblados paupérrimos de Africa o en los inmensos barrios de Calculta se darán muchos casos de autismo porque seguro que, entre otras muchas cosas, les faltará paracetamol. Lástima que no se le pueda preguntar a Teresa de Calculta, a quien este presidente (perdón por la minúscula) pretende emular, no desde luego en su labor humanitaria, sino en la obtención del preciado galardón del Nobel de la Paz.
Descendiendo a nuestra prosaica existencia, lejos de los grandes mandatarios mundiales, el mismo día, sí el mismo, esto es un no parar, se anuncia por el presidente (perdón también por la minúscula) de la Junta de Andalucía, “la séptima bajada de impuestos”. Oh, sorpresa, ¿bajará la base del IRPF dado lo que ha aumentado el coste de la vida? ¿nos permitirán a los abogados y similares deducirnos por fin los gastos de desplazamiento y uso del vehículo propio para trabajar? ¿subirá la deducción por criar, educar, mantener a un hijo? ¿bajará el IVA de los productos básicos, tales como pañales, comprensas, alimentos varios, etc o porqué no de los libros que para algun@s son más que un producto básico y que desarrollan y cultivan el espíritu? Lamentablemente no. La bajada va a beneficiar a aquellas personas que el próximo año tengan un nuevo animal de compañía. Déjese usted de tener hijos y tenga una mascota. Podrá usted deducirse el treinta por ciento de los gastos veterinarios y el cien por cien si el animal es adoptado. No se le ocurra a usted que van a introducir “rebajas” por gastos de personas. Sólo de animales. Con todo el respeto por los animales, que conste.
Para terminar otra alentadora noticia que no hace sino afianzarme en la opinión que tengo de la casta política: la mesa del Congreso (yo me lo guiso y yo me lo como) ha acordado aumentar en un diez por ciento el presupuesto de la cámara para 2026, lo que por lo visto se traduce en 120 millones de euros de los que la mitad son para trabajadores y diputados y la otra mitad para las distintas academias de las lenguas co-oficiales. No voy a enumerar los diversos destinatarios auténticamente necesitados que podría tener esa cantidad, que cada cual los recopile. Por mi profesión y por eso del egocentrismo del que nadie se ve privado aunque sea esporádicamente, mi pensamiento está en cuánto se paga la hora a un Abogado del Turno de Oficio y cada cuanto tiempo se actualizan los baremos. Pregunten, pregunten.




