MIGUEL
DELIBES EN MI VIDA
Para
muchos de nosotros a los que la Literatura nos ha salvado, de tanto, Miguel
Delibes representa un eslabón esencial de nuestro ADN literario. En este año
2020 en que se cumplen cien años de su nacimiento, mi particular y privado
homenaje en unas cuantas palabras, sustentado en el agradecimiento por haberme premiado
con novelas sin las cuáles mi vida hubiese estado desprovista de parte de la
plenitud que pueda tener.
En
mis primeros años, cuando aprovechaba cualquier escrito para ir descifrando las
letras, uniéndolas, las palabras que formaban frases, y las frases párrafos, sólo
por el simple placer de desentrañarlas, mi mirada se posaba sin pausa, en
cualquier momento perdido de esos tan frecuentes en la infancia de los setenta,
en los libros que siempre hubo en las casas de mis padres (digo casas no porque
tuvieran muchas sino porque la que tenían era ambulante). Estos libros viajaban
con la familia de pueblo en pueblo, como una parte más de ella y se colocaban con
los demás muebles en el camión de mudanzas y luego en el salón o cuarto de
estar de turno. En realidad quiero pensar que no cómo lo demás, pues siempre
hubo en mi familia un especial rincón para los libros y una parcela de
dedicación a la literatura. Recuerdo como llamaban mi atención títulos tales
como “Mi idolatrado hijo Sisí”, “La sombra del ciprés es alargada”, “La
mortaja”, “Aún es de día”, “Las ratas … y mi imaginación recreaba las posibles
historias increíbles que albergarían sus páginas: esa cantidad de palabras en
las que zambullirse, aun sabedora de que esos libros “no eran para mí” todavía.
Luego lo fueron. Para mi fortuna.
Con el pasar de los años y sin que hubiera un momento
determinante para ello, fui implícitamente autorizada a leer los libros que
quisiera. Cómo no recordar la avidez con la que devoré “La sombra del ciprés es
alargada”, novela que no podré olvidar, dado que sin duda ha sido una de las
que marcó el comienzo de mi afición consciente y en cierto modo adulta, por la
lectura. No recuerdo exactamente la edad que tenía ni tampoco la trama pero sí que
cogí el libro, en cuyo lomo mi mirada se había posado tantas veces, como en una
suerte de evanescencia reivindicativa que me hiciera decir: “ya estás en mis manos”.
No podía parar de leerla y me envolvió de tal forma que influyó de manera clara
en terminar de cimentar mi amor sin límites a la literatura. Eso me lleva a
poner en lista que he de hacerme con un ejemplar y volver a leerla en breve,
aunque ello requiera de una especial preparación en aras de evitar una excesiva
melancolía por la pérdida de inocencia que la vida te impone. Habrá que sustituirlo por
el bagaje de aprendizaje que estas décadas me han ofrecido. Es cuestión de
cambiar la perspectiva y no dejarse llevar en demasía por la nostalgia.
El caso de “Mi idolatrado hijo Sisí”, también leída en mi
primera juventud, fue distinto. Lo que me llevó a sacarla de la estantería en
la que se encontraba, junto a tantos otros de las antiguas ediciones de Ancora
& Delfín, fue su título, pues ya desde pequeña tuve una rara atracción
hacia ciertos libros sólo por el título. Había leído y releído ese infinitas
veces: la palabra “idolatrado” ejercía una función de imán sobre mí, quizás al
ser un vocablo excesivamente culto para mi edad y, sobre todo, el nombre de
“Sisí”, que recordaba a la emperatriz de las películas encarnada en Romy
Scheneider, tan bella. A pesar de la extrañeza que suponía para mi juventud el
título del libro, me quedé fascinada con la historia que encerraban sus
páginas. Soy consciente de que volveré a leerla. También.
Lo de “Cinco horas con Mario” fue un reto y, aunque pueda
sonar vanidoso, un acto de valentía. Tenía 18 años y recién llegada a la
universidad necesitaba un libro al que agarrarme. No parece que fuera el más a
propósito para el caso pero lo cierto es que no sé cómo cayó en mis manos. Me
daba seguridad. No me había atrevido hasta entonces a empezar esta novela.
Tenía la impresión de que era imposible escribir todo un libro basado en un
monólogo de la protagonista con su difunto marido. Temía que me defraudara y tener
que obligarme a terminarlo. Nunca olvidaré como página tras página me iba absorbiendo
completamente la narración unipersonal por parte de una mujer mucho más mayor
que yo entonces, y todas las enseñanzas que se desplazaron simbólicamente desde
sus hojas hasta mi propio espíritu, enseñanzas que no dudo en absoluto que
ayudaron y contribuyeron a mi crecimiento como persona, y especialmente como mujer,
reafirmándome en sólidos pilares anclados en lo más profundo y llevándome a la
autoafirmación de no querer parecerme al tipo de féminas que encarna su
protagonista.
Mención aparte merece “Los Santos Inocentes”. Si bien el
recuerdo del libro queda en buena parte absorbido por la gran película del
mismo nombre y la excepcional interpretación de actores y actrices como Paco
Rabal, Agustín González, Alfredo Landa, Terele Pávez, Maribel Martín y otros, no
es menos cierto que ambos, novela y película, acentuaron y afirmaron mi
conciencia social. Siempre la tuve, pero en una edad en la que se abren muchos
caminos y la persona empieza a formarse, la plasmación de la injusticia social
en letras y pantalla, fue determinante para afianzar fuertes principios
sociales que han sustentando mi desarrollo personal y vital y que sigo manteniendo
teórica y fácticamente en la medida de mis posibilidades, aunque siempre se puede más.
Pasaron
los años y apareció “El hereje”. Ya en otra edad y no existiendo aun la
vorágine informativa actual, oía comentarios: que si es otro estilo, que
Delibes nunca había escrito una novela histórica, que si era mejor o peor … Fui
a por ella y naturalmente quedé, como siempre con Delibes, impresionada, ya que
a lo largo de la vida de Cipriano Salcedo se plasma no sólo el relato de hechos
históricos y el desarrollo de la sociedad del momento frente a los mismos, sino
también un canto a la libertad de pensamiento frente a la intransigencia por
parte de quienes se creen en poder de la verdad absoluta y, por tanto, un
camino hacia la tolerancia y la convivencia.
He
leído otras novelas de Delibes, “El camino”, “Aún es de día” y alguna más. Me
faltan algunas otras. Las hay que serán releídas si el tiempo limitado de la
vida me lo permite. Para aquéllos a los que como yo, la Literatura nos salva,
de tanto, haber leído, leer y releer a Miguel Delibes forma parte de nuestra
vida, casi como el respirar. Gracias.
Bonito homenaje
ResponderEliminarEstupenda descripción de este maravilloso autor y sus libros....
ResponderEliminarEstupenda descripción de este maravilloso autor y sus libros....
ResponderEliminarEstupenda descripción de este maravilloso autor y sus libros....
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