domingo, 12 de abril de 2020


          
 COLABORAR  CON LOS HEROES: QUEDARSE EN CASA

He recibido carta de Angela. En estos tiempos las cartas no llegan de Inglaterra en un sobre con los bordes azul y rojo y un sello con la imagen todavía joven de Isabel II. Ahora se mandan con un click y llegan con otro click avisándote que hay un elemento nuevo en la bandeja de entrada.  Sin embargo, el género epistolar, aunque sea por correo electrónico, sigue conservando esa esencia tan intimista que le es propia. Al leer esta carta me he sentido partícipe de una auténtica historia fechada en alguna guerra europea.

London in lockdown

Querida Pilar,

Encontré tu correo y lo leí con una profunda sensación de “dejá vu”.

Hoy es Sábado Santo, un cálido día de primavera en Inglaterra, con los cerezos en flor y las calles vacías. Es de lo más extraño mirar desde nuestro apartamento y no ver nada. Incluso el precioso Támesis está desierto de barcos, sean de trabajadores, de pasajeros transportándolos a diferentes lugares o de recreo. Nunca en todos mis años he sentido tal silencio. Pero aun habiendo calma, y supongo que resignación, hay también una tristeza por todos aquellos que han perdido seres queridos o por aquéllos que están luchando por salvar vidas.

         Nosotros también hemos adoptado vuestro maravilloso ritual de aplaudir a nuestros héroes. Cada jueves por la tarde los puentes en Londres están llenos de policías y camiones de bomberos centelleando sus luces azules, la famosa noria de Londres se vuelve azul y el Parlamento se ilumina en azul. Todo el mundo está en sus edificios aplaudiendo y atizando cacerolas. Tú sabes que el nuestro es un país generalmente muy reservado, no es conocido precisamente por demostrar emoción, pero ahora todos estamos unidos en nuestra admiración por esos “ángeles” que están intentando salvar a tantos.

          Sé que tienes médicos en tu familia y entre tus amigos, que están ayudando con cariño a muchos, rezo por todos ellos y doy gracias a Dios por darnos corazón y cabeza para ser capaces de mostrar amabilidad entre nosotros. También sé que has estado en los Juzgados representando a todas aquellas personas de baja economía que son también vulnerables, como tú en esta posición. Todo lo que podemos hacer es tomar mucha precaución e intentar estar seguros.

      Son muchos los estudiantes con sus vidas interrumpidas pero la gente joven es resiliente, y estoy segura de que tu hija encontrara un camino para conservarse fuerte en sus estudios. Las prácticas estarán allí para hacerlas cuando la vida retorne un poco a la normalidad.

           Thomas y yo lo estamos llevando bien, comparados con muchos otros. Aquí tenemos balcones y la vista del río que nos proporciona confortabilidad y paz, pero es extraño no haber tenido contacto humano durante las últimas tres semanas. Mi preocupación, tú sabes, es siempre su edad y el tabaco, siendo ésta una enfermedad respiratoria. Soy consciente de que todos tenemos una vida que termina pero ruego para que no se acabe en medio de camino tan doloroso y solitario sin ningún ser querido al lado para sostener tu mano.

        La buena noticia claramente es esta situación ha llevado a mucha gente a estar más unida ¡aunque sea por facetime or zoom! Incluso nosotros hemos abrazado la tecnología hablando con mi hermana, mis sobrinos y algunos amigos. Esto ha sido muy positivo. Canadá ha tenido cuatro semanas de confinamiento y mi pobre hermana siendo hiperactiva toda su vida de funcionaria ¡ha encontrado su vida muy aburrida!

       Las consecuencias económicas de todo esto, como dices, serán horribles justo cuando el mundo había empezado a sonreír otra vez. No estoy segura de cómo cada cual volverá a su camino, pero Thomas me cuenta que después de la Segunda Guerra Mundial afloró el espíritu de supervivencia y la gente fue muy fuerte. A los jóvenes, me  temo, les quedará mucha deuda que pagar en los años venideros.

Lo más probable es que tengamos tres semanas más de confinamiento, hemos de esperar a ver qué dicen la próxima semana. Ayer fue nuestro peor día: alrededor de 900 fallecidos en veinticuatro horas. Las cifras son imposibles de creer. Nuestro Primer Ministro está recuperándose afortunadamente, pero esto ha impactado en la sociedad y por un momento ha parecido que los políticos tuvieran un aspecto más humano a cuando se pelean los partidos entre ellos o tratan de marcar puntos a su favor.  

    Hemos hablado con nuestros amigos en España y es reconfortante saber que estando tan lejos todos estén bien, incluso nuestros vecinos más mayores, de vuelta en Suiza, disfrutan de buena salud, y eso es maravilloso.

     En un rato voy a empezar esta mañana mi paseo matutino dentro del apartamento y del vestíbulo. He hecho un sendero en la alfombra a través del cual sigo la misma ruta cada día. Thomas está haciendo estiramientos en el dormitorio y el baño … mucho más coherente.

            Y además hice algunos pasteles de Pascua. En nuestro edificio los dejamos delante de la puerta y la asistenta los recoge, pues se ha hecho cargo de traernos comida y otras cosas y llevarse los pasteles. Mi madre estaría muy orgullosa de mí si me viera limpiar y a Thomas hecho un experto con la aspiradora. La vida cambia ¿no es cierto?

      Pensamos en ti a menudo y nos alegramos de que tengas a tus hijos contigo. Cuídate en el trabajo. Realmente pienso que sería importante algo de normalidad en cuanto fuera posible. Estaremos pendientes de si podrás volver a la vida anterior la próxima semana más o menos. Después de una temporada tan terrible la gente estará contenta tan sólo con hacer cosas mundanas tales como verse unas a otras en la calle ¿verdad?
           
Bueno voy a empezar mi rutina diaria y saludar a otros en sus balcones y tratar de ser feliz porque hoy es un hermoso día y estoy feliz de que queridos amigos como tú se encuentren bien.
            Feliz Pascua.
            Angela




sábado, 11 de abril de 2020


    
POR ELLOS, POR TI, POR MI    
     
         Todas las mañanas coge el tren muy temprano. Se baja en la estación que le deja cerca del hospital de campaña montado a las afueras de la ciudad para albergar los excedentes de enfermos menos graves afectados por la epidemia que se ha extendido por todo el país. Se siente afortunada: por sus circunstancias personales la han incluido en turnos diurnos, librándose así de esas noches interminables en las que los temores, más o menos fundados dada la situación, se apropian de nuestras mentes, volcándolas en un torbellino onírico incompatible por entero con cualquier descanso.
           
        El primer día que llegó pensaba que no iba a ser capaz. Habían pasado muchos años, a lo largo de los cuales intentó por todos los medios apartar de su vida todo lo que se relacionara con palabras tales como sanidad, medicina, enfermos, tratamientos y cualquiera otra similar. Su único nexo de unión a ese mundo fueron las revisiones pediátricas de su hijo y las periódicas propias que no podía soslayar.
          
           Primero fue un aviso en el estómago, una punzada que provocó un desasosiego de origen desconocido. Después fue su conciencia, minando la firmeza de esa promesa que se hizo a sí misma de no volver a ejercer la medicina. Por último fue el corazón, al que le bastaron menos de dos días para convencerla de que su contribución era necesaria.
        
          Todas las mañanas coge el tren muy temprano. Y cada día vuelve a recordar la vieja historia que le contaba su abuela: mi madre murió cuando yo tenía seis años y ella veintiséis. Embarazada de su tercer hijo, fue a cuidar a una tía enferma. Se contagió de lo que se llamó gripe española. Era 1918. Su abuela siempre le contaba muchas historias. En el traqueteo del tren percibe una calidez interior, mezcla de nostalgia, consuelo y fortaleza, y vuelve a plantearse si todo pasa para algo: ayudando a salvar vidas en estos momentos conseguirá superar la imagen permanente de aquel muchacho que se le murió en los brazos y siente que de algún modo ha resarcido la orfandad en la que se crió su abuela y que ella llevaba impregnada en sus huesos a la manera de las estirpes macondianas.