TRIVIALES REFLEXIONES DE UN 1 DE
ENERO
Y llega un año más. Otra vez uno de enero. Y vuelve la ilusión. Y vuelve la aprensión a lo que vendrá en estos próximos trescientos sesenta y cinco días. Como si el año no pudiera empezar un 21 de julio o un 5 de noviembre y amanecer cualquier día con esa misma sensación. Y deseas que hoy haga un sol reluciente en un azul diáfano para que todo brille más y la naturaleza contribuya a proporcionarte una, aunque sea sólo una, base sólida, para hacer frente a lo que venga. Y por la playa sólo se ven gaviotas y algunas personas: solitarios como tú en un día como hoy, parejas con niños pequeños, algún valiente normalmente extranjero, que se mete en el agua tan fría en estas fechas, supongo que para auto probarse su valentía, como un reto personal o por simple divertimento. Y piensas que vaya tontería pero al mismo tiempo te gustaría ser capaz de hacerlo. Igual el año que viene. Y después de varios kilómetros andando para intentar aligerar el cuerpo de los excesos de estos días que por pocos que sean lo son, cómo sobra de todo en esta sociedad occidental y consumista, te sientas frente al mar, oteas el horizonte allá por donde se pierde el agua y que en la inocencia de la infancia se piensa que cae al otro lado como una cascada infinita, dónde terminará ese agua, e intentas reflexionar sobre este nuevo día que no es sólo un día también es un año, un año entero que viene por delante y no sabes si tendrás fuerzas para afrontarlo porque lo primero que se pasa por la mente es que vendrán dificultades y momentos malos pero bueno por qué piensas así, también habrá alegrías e instantes de dicha y placer, cómo eres, qué necesidad, vive el momento y ya se verá y se le afrontará. A lo que venga. Porque claro que otra opción nos queda, ¿rendirnos? Si bien a priori pudiera ser una opción a tener en cuenta estoy algo segura de que conllevaría más inconvenientes que ventajas. También rendirse puede ser muy cansado y agotador puesto que te deja en un estado en cierto modo vegetativo, no corre adrenalina por tus venas y caes en un bucle de apatía que lo hace todavía más insoportable.
Este año había mucha neblina, el sol apenas pugnaba por sobresalir entre las nubes lo que me llevó a pensar si en realidad el sol lo intentaba de veras o, volviendo a la reflexión anterior, se hacía el remolón y en este caso si lo hacía por pura desgana o porque se había despistado de su función calórica y luminosa. Tampoco hoy se veía Gibraltar español. Siempre que lo pronuncio me sale el adjetivo al lado. En el pueblo de Setenil de las Bodegas hay una callecita que lleva el nombre de “Gibraltar español” y siempre que digo Gibraltar lo uno al español y a Setenil. Una pena porque en un día como hoy pareciera que ver el peñón a lo lejos delimitando el horizonte junto con la costa norte de Africa hermosea el paisaje mucho más que el gris brumoso y húmedo de este nublado costeño. Ya podía darse este tiempo cualquier día de trabajo y no un primero de año en el que el espíritu necesita el apoyo de Ra para sentir que la vida sigue y seguirá más allá de nuestras pequeñas miserias y deseos luminosos.
El paseo marítimo estaba lleno de extranjeros. No siempre se les distingue por el físico aunque ayuda. El breve instante de cruce o adelantamiento te proporciona la pista suficiente. Y qué variedad de idiomas. Obvia decir que no entiendo todos pero el ruso, el alemán, el inglés y el francés sí que los distingo. He notado que hoy se hablaba mucho francés por el paseo y esto, cosas de las pasiones o “frikismos”, prefiero pasiones desde luego, me ha llevado a recordar Camus y “L’etranger” (me lo regaló un vecino del despacho en una de sus visitas pero esa es otra historia que si acaso contaré otro día). Lo leí en el original y me he dicho que he de volver a leer en francés aunque me cueste. Y es que la lengua de Molière y el país de Napoleón me han encantado desde siempre lo cual a veces me da hasta coraje porque en la época de José Bonaparte me veo convertida en una Josefina cualquiera en vez de transformarme en un Curro Jiménez que mola mucho más, y eso no me gusta. Pues eso que a ver si me hago con otra novela en francés, tengo por ahí “La Peste” de cuando tenía diecisiete años y viví cerca de la frontera francesa, aunque es algo larga para mi nivel. A su vez esto me lleva a pensar de dónde voy a sacar tiempo. Para leer en un idioma que no dominas es necesario un espacio físico, temporal y espiritual apropiado y las noches se las llevan las listas pendientes de libros en español, también de españoles, ilustres o no. Intentaré hacerle un hueco, como a tantas otras cosas. Peor es leer en inglés que no se parece nada a nuestro idioma y desde luego es mucho más feo, después de años y años dándole que te pego al inglés y aunque pueda escribirlo, resulta que me es más fácil leer en francés. He de recordarme que cuando empiece aporte al trabajo una dosis de paciencia y asunción de la realidad: por mucho que lea no voy a conseguir ser bilingüe. Para ello tendría que irme a Francia o a algún país francófono, lo que desde luego no descarto aunque me lo plantearé seriamente en la próxima reencarnación.
Interesante....tras leer ese libro, siempre me pareció que la traducción al español debería ser El Extraño, más que El Extranjero....no es lo mismo...pero qué sé yo.
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